Que la selección para los protagónicos y perfiles en The First Lady parezca azarosa es, en realidad, un propósito de la saga. Quien explica el sentido de la serie es una cuarta Flotus que aparece brevemente en el piloto. “Debés pensar que no tenés nada en común con las primeras damas que te precedieron, pero créeme que todas nos sentimos de la misma manera”, le advierte Laura Bush a Michelle Obama (Viola Davis) durante el arribo de esta última a la residencia del mandatario y su familia. Así la historia de la primera mujer negra en ocupar ese título se hilvana con la de quien pasó doce años en ese recinto. El retrato de Roosevelt (Gillian Anderson), lógicamente, se posa sobre su relevancia en las decisiones de poder durante los años del New Deal y la Segunda Guerra Mundial. Pero el relato que gana en espesura es el último en cuestión. Betty Ford (Michelle Pfeiffer) no solo debió aprender su rol a las apuradas por el escándalo de Watergate sino por el cóctel de opiáceos y alcohol con el que sobrellevaba su vida.