Tres mujeres jóvenes se internan voluntariamente en una casa de verano frente a un lago, perteneciente a la Universidad de Montreal. No se conocen previamente entre sí, pero tienen algo en común: se auto perciben “hípersexuales” y no están felices con lo que hacen con sus cuerpos, o con lo que sus cuerpos hacen con ellas. No viven placenteramente esa hipersexualidad y para ayudarlas durante ese retiro de casi un mes están una psicoterapeuta alemana en un proyecto de intercambio académico y un asistente social de origen argelino. Entre los cinco, vivirán esos 26 días bajo un régimen que no tiene nada de carcelario. Por el contrario, esa libertad le impone a las internas buscar su propia terapia, encontrando un principio de placer que no dependa de su actividad sexual, pero tampoco la excluya. Es quizás la película “bergmaniana” de Denis Côté, un director a quien es muy raro encontrarle referencias, pero que aquí emergen en la superposición entre la terapeuta alemana y su supervisora canadiense (hay un eco de Persona allí) y en la fantasía diurna que tiene la primera, cuando ve una inmensa araña que recuerda a la que decía ver Harriet Andersson en Detrás de un vidrio oscuro.