La película tarda menos de tres minutos en descalabrarle la vida al protagonista y se toma los 90 restantes para colocarlo en situaciones cada vez más complejas, que él mismo va generando. Casi como si se tratara de un experimento social de diseño, No odiarás hace que distintos elementos esenciales de la identidad del personaje entren en colisión, para hacer posible que de ese choque surja el drama. Porque por un lado Simone es un hijo del Holocausto, descendiente directo de un sobreviviente de los campos de concentración. Ese hecho permite que, en un momento de gran estrés, el trauma familiar reencarne en él, haciendo que en la lucha interior el resentimiento e incluso el miedo se impongan a la razón y la empatía. Pero también se trata de un típico exponente de la cultura judeocristiana y la culpa por el daño causado terminará por aflorar cuando se entere que el hombre al que dejó morir tenía tres hijos, dos de ellos aún bajo su cuidado.