En la noche del sábado, Divididos regresó a Liniers e hizo nuevamente historia. Ya la había hecho a partir de su linaje, así como por sus himnos, sus discos y hasta por su perfomance. Y es que el grupo subió la vara de la estética sonora de los recitales en la Argentina. No sólo en el rock. Sin embargo, su obra necesitaba ser reivindicada y revisitada de otra manera. Esta vez lo logró. Las tres horas que duró su actuación fueron caviladas y repasadas una y otra vez. Se notó, incluso en los detalles, pero eso no le restó espacio a la improvisación. Eso lo confirmó el propio Chizzo Nápoli, cantante y guitarrista de La Renga, tras consumar su invitación a rehacer una encarnación más filosa de “Sobrio a las piñas/ Quién se tomó todo el vino”. De pronto, en un gesto de generosidad invaluable, y asimismo como un acto político (de esos que se extrañan tanto en la música local) frente a la prohibición que tiene la banda de Mataderos para tocar en la ciudad de Buenos Aires, Divididos le cedió el escenario.