“Estamos donde Alá quiere que estemos”. La frase es pronunciada al comienzo de la opera prima de Jessica Beshir, largometraje documental filmado en su totalidad en la Región Harar, en el este de Etiopía. Más allá del determinismo ligado a cuestiones religiosas y filosóficas, las palabras tienen también un segundo sentido muy concreto: los protagonistas de Faya Dayi, en particular los más jóvenes, parecen obligados (¿condenados?) a seguir un camino impuesto por sus antepasados, la sociedad y la precaria situación económica. La economía es precisamente uno de los protagonistas tácitos del film, concentrado en la cosecha, embalaje artesanal y venta de las hojas de khat, planta con poderes psicoestimulantes que es mascada en varios países del Cuerno de África desde tiempos inmemoriales.