En su tercera participación como presidente ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Alberto Fernández dedicó gran parte de su discurso a repudiar a los "profetas del odio" que generan un sentimiento antipolítico que, en el caso de Argentina, escaló hasta el intento de magnicidio de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. A los reclamos clásicos por la soberanía de las Islas Malvinas y la cooperación de la República Islámica de Irán en la investigación del atentado contra la AMIA, el Presidente pidió por la paz a la vez que repasó la potencialidad que tiene el país como proveedora de alimentos y energía a nivel mundial tras la guerra entre Rusia y Ucrania. Magnicidio fue una de las primeras palabras que Fernández nombró ante los más de 130 presidentes de la Asamblea General. "En la Argentina", sentenció el Presidente, "el intento de asesinar a la Vicepresidenta no solo afectó la tranquilidad pública. También buscó alterar una virtuosa construcción colectiva que el año entrante cumplirá cuatro décadas de vida. En 1983 recuperamos la democracia e iniciamos un largo ciclo histórico en el cual alternaron en el gobierno distintas fuerzas políticas".