Los amores, aun cuando en su concepción se perciban puros y eternos, tarde o temprano reciben los hachazos del mundo exterior. Sobre todo, si el caso es el de un amor cuir en un contexto poco feliz. Cuando Therese conoce a Carol, la tensión entre ellas eriza también nuestras pieles. El encuentro tiene ese carácter revelador que define a los amores trascendentes. Desde entonces, ambas se buscan, se desean con una impaciencia que llega a atormentarnos. Por supuesto, un amor lesbiano en los años cincuenta está destinado a la tragedia (¡ay, miren también Las horas!). La película llega eventualmente a las arenas del corazón roto y, por efecto de esa magia que tienen las buenas pelis, nos duele también a nosotres.