Si años atrás se utilizaba la fórmula “cine dentro del cine” para aludir a films autorreferenciales, para hablar de Vuelta al perro habrá que echar mano de la expresión “teatro dentro del teatro (filmado)”. La opera prima de Nicolás Di Cocco no plantea las disímiles relaciones entre ambas formas de representación, como algunos films del portugués Manoel de Oliveira, ni filma deliberadamente lo teatral para traer al primer plano el carácter de artificio, como sucedía en algunos films del francés Jacques Rivette. Vuelta al perro es, en síntesis, teatro filmado que ignora serlo. En Vuelta al perro, actores formados en el teatro naturalista hacen de actores de teatro que intentan montar una obra lisamente llamada Anatomía de una pareja. Lo que podría ser una puesta en abismo, o un juego de cajas chinas, no es aquí otra cosa que el reflejo en un espejo que devuelve una imagen idéntica. Esto es: no hay una distancia o grieta que permita pensar en las relaciones entre la cosa y su reflejo, apelando a algún doblez. Si el modo de representación atrasa algunas décadas, la propia ficción habla de una fuga hacia atrás como escape del presente.